Esta entrevista apareció originalmente publicada en ABC el 07/12/2011
El surfista americano acaba de ganar su undécimo título mundial. En breve cumplirá 40 años, pero no piensa en retirarse de un deporte que ha practicado más de tres décadas.
—Es el número uno de un deporte en el que para triunfar hay que caer y levantarse constantemente. ¿Se parece el surf a la vida?
—Sí. Cuando tomas una ola tienes que decidir el momento preciso para hacer un giro, adecuar la velocidad para aprovechar mejor la fuerza del agua. Te preocupas de si tus movimientos tienen una buena apariencia, de si fluyen bien y de si en conjunto tienen coherencia. Y cuando caes aprendes algo sobre todas esas pequeñas decisiones. Dicen que en la vida se aprende más de los errores que de los éxitos.
—¿Cree que gracias al surf has crecido como persona?
—Sí, seguramente. Creo que el surf me ha ayudado a ser una persona más abierta y probablemente más seguro conmigo mismo de lo que era.
—¿Se definiría como un perfeccionista?
—Ahora mismo no, pero cuando era más joven, sin duda. Aún sigo luchando contra ello, porque te vuelve loco. Pasé mucho tiempo desde mi niñez hasta mis veintitantos en los que nunca estaba satisfecho, pero eso también era lo que me impulsaba a hacerlo bien, a ser exitoso en mi carrera.
—¿Puede darse por satisfecho con once títulos mundiales?
—En absoluto.
—En alguna ocasión ha afirmado que su vida ha sido un sueño. ¿Reescribiría algún fragmento?
—Es una pregunta complicada porque solo conozco esta vida. Me hubiera gustado ser menos exigente conmigo mismo. Me obligaba a sacar buenas notas para no disgustar a mi madre. También era muy introvertido, algo muy relacionado.
—Los surfistas utilizan la palabra «esculpir» o «tallar» para algunos movimientos sobre las olas. ¿Es el surf una forma de arte?
—Sin duda. Tomar una ola puede convertirse en una obra de arte. Que alguien te diga que «esculpiste una ola» es uno de los mayores honores porque demuestra que la base de tu surf es sólida y atractiva.
—Durante varios años, su rivalidad con Andy Irons, fallecido recientemente, marcó una época. ¿Añora esa rivalidad?
—Sí. Justo el otro día pensaba en ello. Al principio fue duro, pero llegado cierto punto creas un vínculo con esa persona, aunque en la competición todo era muy tenso. También fue creada por los medios. No nos enfrentamos tantas veces.Era más la idea de rivalidad, dos hombres muy motivados por el mismo fin. Lo echo de menos y la continuaría si Andy estuviera aquí, pero ahora ya no tengo tantas energías. Es maravilloso, pero difícil de llevar.
—Pronto cumplirá 40 años. ¿Supone algún problema?
—¡Solo porque lo mencionas!
—¿Se siente el abuelo del circuito?
—Únicamente porque la gente habla de ello, pero no. No tengo ningún problema, pero a los más jóvenes sí les preocupa que «un viejo» les gane.
—Algunos deportistas dejan pasar el momento adecuado para retirarse. ¿Tiene ya algún plan?
—Viajar en el tiempo. No, no lo sé. Hay que descubrirlo. Depende de tu nivel de confianza, te gustaría poder decir: «Cuando lo dejé estaba en la cumbre». Si amas lo que haces depende de ti.
—¿Es la pasión por una ola mayor que el instinto de supervivencia?
– Sí, para algunos sí. Sin duda. Los surfistas son el único grupo de gente que escuchan hablar de un huracán y se emociona. Mi madre empieza a preocuparse por mí y yo le digo: «¿Cuál es el problema? ¡Es el mejor momento del año!».
—¿Cuál es la situación más arriesgada que ha vivido?
—Hace unas semanas en Tahití vi la ola que más terrorífica de mi vida. La tomó un australiano y fue lo más increíble que he visto nunca, parecía que quería suicidarse.
—Con tanta experiencia, ¿se sigue poniendo nervioso antes de una prueba?
—Sin duda. En la prueba de Tahití estaba nervioso y asustado. No importa la cantidad de veces que lo hayas hecho. Sigue habiendo un punto de presión. Además, siempre hay peligro. Aunque sea difícil controlar el miedo, hay que superarlo.
—Hace surf, canta y toca varios instrumentos. ¿Algo que se le de mal?
—Actuar —participó durante varios episodios de «Los vigilantes de la playa»—. Y el ajedrez. Y tampoco consigo entender los puzzles.
—¿Cree que su vida se asemeja a la de una estrella de rock?
—La vida de un surfista tiene un ritmo acelerado. Viajamos mucho. Aunque no me siento como una estrella del rock, la gente me reconoce por la calle y en los lugares más peculiares. A veces siento estar viviendo dos vidas: una en la que soy yo mismo y otra en la que soy el tipo al que la gente reconoce.
—¿Quién es su héroe?
—Es uno de mis amigos que para mí es como un padrino. Fue quien me enseñó a tocar la guitarra.
—¿Qué es lo que más admira de él?
—Es una persona feliz. Vive exactamente la vida que quiere.