Artlantic: un programa de arte público para reinventar Atlantic City

Este reportaje apareció originalmente publicado en Artishock el 16/09/2013

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En Estados Unidos Atlantic City cumple en la costa este un papel muy similar al que Las Vegas ejerce en el oeste del país: ser un parque de atracciones para adultos, una meca para el juego, el alcohol y entretenimientos varios como conciertos, musicales o espectáculos subidos de tono. Desde su fundación a finales del siglo XIX, Atlantic City ha forjado su carácter de ciudad costera y recreativa a base de hoteles monumentales pegados a sus suntuosas playas; resorts que pronto dieron paso a los casinos, el plástico, las luces de neón, el tabaco y el whiskey. Ahora esta ciudad en la costa de Nueva Jersey está tratando a la vez de diversificar la imagen que el resto del mundo tiene de ella y de ofrecerle a sus vecinos nuevas oportunidades de ocio para toda la familia.

Con esta idea en mente, diversas asociaciones locales han puesto en marcha ARTLANTIC, un programa de arte público compuesto por varias instalaciones temporales de artistas tanto emergentes como de reconocidos internacionalmente. “El proyecto nace cuando los políticos y empresarios locales desarrollan un ‘plan maestro’ con la intención de revisar el uso del arte en Atlantic City como una forma de reinventar la ciudad para las futuras generaciones”, explica Jeff Guaracino, director de Comunicación y Estrategia de la Atlantic City Alliance (ACA). Esta organización y la Casino Reinvestment Development Authority (CRDA) han sido las encargadas de financiar e implementar ese “plan maestro”, aprobado en febrero de 2012.

Cuando arrancó el proceso de creación de ARTLANTIC, estas asociaciones tenían una idea clara de la meta que querían conseguir, pero ignoraban los pasos que tendrían que tomar para alcanzarla. A pesar de ello, tenían una muy sólida primera piedra sobre la que comenzar a construir: a su disposición el ayuntamiento de Atlantic City había puesto dos solares vacíos ubicados cerca del paseo marítimo. Estas parcelas -una de 800 metros cuadrados y otra de 3 hectáreas- pertenecen a diversas empresas que querían construir en ellos casinos y hoteles. Sin embargo, sus planes se vieron truncados con la crisis de 2008 y la subsiguiente dificultad para obtener financiación. Así, desde entonces han estado vacíos a la espera de un nuevo comprador que construya en ellos. “La cuestión fue ¿qué podemos hacer con estos vastos espacios vacíos?”, recuerda Guaracino. Lo único que tenían claro era que querían crear algo que fuera evocativo de la historia de Atlantic City, de su proximidad con el océano Atlántico y que resaltase algunas de las características del pasado y presente de la ciudad.

La solución a este puzzle la trajo debajo del brazo Lance Fung, un comisario curtido en la creación de exposiciones de arte público de gran formato y que se sumó al proyecto en mayo de 2012 recomendado por el Pew Charitable Trust. En Atlantic City Fung vio una triple oportunidad. Por un lado, por su amplitud este escenario era ideal para una exposición en grupo con obras creadas específicamente para esta ocasión y para esta comunidad. Por otro, Fung detectó que la ciudad necesitaba espacios públicos y parques, así que decidió incorporar ese aspecto funcional. Y por último, se propuso avivar la exangüe escena cultural local. “Nunca había estado en Atlantic City hasta que me propusieron comisariar este espacio. Una vez allí me di cuenta rápidamente de que la cultura y el arte no son las razones principales por las que la gente viene a visitar este enclave”, recuerda Fung, quien es conocido por proyectos como el Snow Show de Turín, en el que colaboró con Jaume Plensa y Norman Foster, y por dirigir su propio estudio, Fung Collaboratives, que incluye una galería de arte en Nueva York, donde exhiben a artistas como Gordon Matta-Clark y Robert Morris.

A pesar del aparente reto, este comisario de origen californiano no se dejó intimidar y se puso manos a la obra con celeridad. Lo primero que hizo fue contactar a varios artistas afamados con los que había trabajado con anterioridad y que él creía podrían preparar una propuesta a la altura del proyecto y llevarla a cabo a contrarreloj, ya que la fecha de inauguración de ARTLANTIC había sido marcada para noviembre de ese mismo año. Ese grupo de artistas quedó conformado por Robert Barry, Peter Hutchinson, Ilya y Emilia Kabakov, John Roloff y Kiki Smith. Acto seguido, Fung comenzó a visitar instituciones culturales cercanas a Atlantic City y estudios de artistas de la comunidad en busca de talento local. Así fue como dio con el escultor y fotógrafo Robert Lach y con el escultor y profesor de arte Jedediah Morfit, dos artistas emergentes procedentes de Nueva Jersey y cuya obra nunca había sido comisionada para exposiciones de arte público. La idea de seleccionar a artistas locales enlaza con la intención de que ARTLANTIC sea un proyecto que involucre y beneficie a la comunidad de Atlantic City. Por ello, durante la construcción de los diferentes espacios se contrató a equipos de operarios locales, como pintores, electricistas y fontaneros, y se compró materiales de empresas de la región.

Ilya & Emilia Kabakov, Devils Rage. Foto: Layman Lee. Cortesía: Fung Collaboratives

Por último, Fung incorporó al proyecto a la paisajista Diana Balmori, quien trabajó con la idea de crear un espacio que permitiese a los artistas “revelar las fuerzas de la naturaleza subyacentes en la ciudad y darle una nueva identidad urbana”. Durante seis meses, el equipo de Fung trabajó a destajo para poder llegar a tiempo a la fecha de inauguración. En ese tiempo tuvieron que superar contratiempos de gran envergadura. El mayor de ellos, el paso del huracán Sandy un par de semanas antes de la fecha en la que el proyecto debía ser inaugurado. Sin embargo, como dice el refrán, no hay mal que por bien no venga. El huracán ofreció a ARTLANTIC y a los vecinos de Atlantic City una oportunidad anticipada para unirse por el bien de la ciudad, de explotar los beneficios que el arte y los espacios públicos pueden otorgarle a una comunidad y las sinergias que pueden surgir entre ellos. “La gente aún estaba en shock por lo que habían perdido y no tenían un lugar al que ir para unirse y compadecer las pérdidas”, recuerda Fung, quien añade que, aunque ARTLANTIC no es FEMA (Federal Emergency Management Agency) y su equipo no estaba ahí para ayudar a los vecinos de Atlantic City a resolver los problemas a los que se estaban enfrentando, su meta fue “darles algo diferente en lo que pensar”, algo que la gente les agradeció con vehemencia.

Lo cierto es que la comunidad ha reaccionado con entusiasmo al proyecto, que desde su inauguración se ha convertido en un lugar al que tanto locales como visitantes se acercan para relajarse, descansar en las praderas de césped, hacer picnic, ver la puesta de sol, leer y, por supuesto, disfrutar del arte allí instalado. “Como sucede con todo el arte, hay gente a la que le gusta y gente a la que no”, apuntó Guaracino, antes de aclarar que en general la reacción de los vecinos ha sido muy cálida y que agradecen que lo que antes eran solares vacíos se hayan convertido en espacios públicos agradables a la vista.

John Roloff, Atlantis. Cortesía: Fung Collaboratives

En retrospectiva y ahora que ARTLANTIC está en pleno funcionamiento, Fung cree que el haberlo puesto en marcha en tan poco tiempo y a pesar de adversidades como Sandy fue “prácticamente un milagro”. Como ya hemos comentado, en su corta vida ARTLANTIC se ha convertido en una instalación muy significativa para la ciudad que la hospeda. Pero también lo ha hecho para varios de sus artistas participantes. Por ejemplo, para Robert Barry las 23 palabras iluminadas que conforman su contribución son su mayor instalación de arte público en EEUU, mientras que para las hermanas Ilya y Emilia Kabakov, dos de las artistas conceptuales rusas más conocidas, ARTLANTIC es su primera comisión en EEUU.

Kiki Smith, Mujer con Venado. Cortesía: Fung Collaboratives

 Pasado, presente y futuro de Atlantic City

En cuanto a la temática de la muestra, las alusiones a la historia de Atlantic City están claras en muchas de las obras. Un ejemplo es el conjunto de palabras de Robert Barry, una referencia a las marquesinas y las luces de los casinos, los teatros y los cines que dieron fama a la ciudad. Otro es el barco pirata creado por Ilya y Emilia Kabakov, una obra que apela a los galeones que yacen cerca de la costa de la ciudad en el fondo del mar Atlántico. “¿Hay algo mejor que el descubrimiento, el elemento sorpresa y la excitación de encontrar un barco pirata? El sueño de viajar, de aventura y todas las historias de piratas son algunos de los tesoros del pasado en el Atlantic City actual”, señalaron las hermanas Kabakov. En este sentido, incluso eventos de la historia reciente, como el devastador huracán Sandy, han sido integrados en la muestra gracias a las creaciones de Jedediah Morfit, quien diseñó un conjunto de muebles inspirados en los detritos que las fuertes tormentas arrastraron.

En su primer año de singladura, ARTLANTIC ha sido nombrado uno de los 50 mejores proyectos de arte público del país por Americans for the Arts, una organización sin ánimo de lucro dedicada a la promoción del arte que anualmente elabora un listado con las instalaciones públicas más interesantes e innovadoras, ya sean permanentes o temporales, inauguradas durante el año anterior.

ARTLANTIC ha sido premiada en la categoría de instalaciones temporales y es que aunque el proyecto no tiene una fecha de conclusión, ese día llegará cuando los propietarios de las parcelas quieran urbanizarlos. Según señalan desde la ACA, el acuerdo con los propietarios es que cuando exista un plan de urbanización para los solares utilizados, ARTLANTIC deberá abandonarlos. Guaracino insiste en que llegado el momento podrían barajar opciones como buscar espacios alternativos a los que trasladar las obras. Sin embargo, aún no han pensando en emprender esta tarea ya que les parece “prematuro”.

Dure lo que dure, ARTLANTIC ha cumplido ya una labor esencial en Atlantic City: la de avivar la visibilidad del arte en y de Nueva Jersey, algo que se puede apreciar tanto en la incorporación al proyecto de artistas locales y prácticamente anónimos, como en que esta iniciativa ha provocado un diálogo entre el Museo Noyes de Oceanville y la comunidad de artistas de la región para lanzar ArtC, una nueva organización que aspira a apoyar económicamente y defender los intereses de los artistas autóctonos.

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