Churchill a medida

Este artículo apareció originalmente publicado el 11/06/2012 en Eclecticismo Existencial

Winston Churchill, 1941 by Yousuf Karsh

De Winston Churchill muchas anécdotas han pasado a la Historia. Una de ellas tiene que ver con George Bernard Shaw. Cuenta la leyenda que cuando el escritor irlandés iba a estrenar su obra «Major Barbara» le envió dos entradas a Churchill. Adjunta iba una nota en la que el autor le decía al político «Te envío dos entradas para la noche del estreno. Trae un amigo, si tienes alguno». A este sutil, pero afilado ataque se supone que Churchill respondió con el agudo adagio: «Me será imposible asistir al estreno. Iré en su segundo pase, si es que hay uno».

Aunque la historia es sin duda brillante, no deja de ser eso: una historia. Dos cartas (una escrita por Bernard Shaw y la otra por la secretaria de Churchill en su nombre) demuestran que el sagaz intercambio no solo no sucedió, sino que ambos protagonistas lo tildaron de «simple mentira».

Hoy esas cartas y otros muchos documentos escritos por o para Winston Churchill forman parte de la nueva exposición «Churchill: The Power of Words» de la Morgan Library de Nueva York, una muestra sobre la que ya hablé en un artículo para «ABC». La exposición esta comisariada por Allen Packwood, el director del Churchill Archive Centre. Según este devoto a preservar la memoria del estadista inglés, la misión de la muestra y de todas las demás en las que colabora el Archivo es «contar la vida de Churchill a través de sus palabras». Packwood explicó que gracias a la ingente cantidad de documentos que se conservan de la vida de Churchill se pueden clarificar todas esas pequeñas controversias que una figura como la del mandatario, premio Nobel de Literatura en 1953, suele generar.

Churchill, el americano

Pero lo que también sugirió Packwood es que otra ventaja del voluminoso archivo es que se puede contar la historia de Churchill destacando ciertos aspectos de su vida frente a otros. En este caso el matiz a resaltar es la próspera relación entre Churchill y Estados Unidos. «Obviamente esta exposición está hecha a medida de este espacio y su intención es que destaque ciertos temas. Pero lo cierto es que para Churchill la unión anglo-americana fue siempre muy relevante», anotó Packwood.

Desde el comienzo mismo de la exposición se hace énfasis en esta idea con tres referencias. La primera, que la madre de Churchill era Jennie Jerome, una socialité neoyorkina originaria de Brooklyn. La segunda, que en 1963 fue la primera persona en recibir la nacionalidad honorífica de Estados Unidos. Y tercero, que EE. UU. fue un destino recurrente en sus múltiples viajes.

La insistencia se vuelve tan obvia que a mi juicio la muestra se merecía un título algo más extenso: «Churchill: el poder de las palabras y su afortunada relación con Estados Unidos». Aunque es cierto que la muestra triunfa en probar el talento de Churchill en el manejo de la palabra y cómo sus discursos sirvieron de inspiración y combustible a Reino Unido durante la IIGM, la exhibición acaba pareciendo un vulgar intento velado de EE. UU. de reclamar parte −por lo menos la mitad− de la grandeza del honorable Winston Churchill.

Churchill digital

En 1931 Churchill se encontraba visitando Nueva York cuando fue atropellado por un vehículo en la 5ª Avenida, a la altura de la calle 76. Tras el accidente, el mandatario fue ingresado en el hospital, donde permaneció varios días y consiguió que un doctor, Otto Pickhardt, le recetase beber alcohol a pesar de que la Ley Seca prohibía el consumo de espirituosos.

Lo que la exposición recalca es que Churchill, en vez de deprimirse o disfrutar de su tiempo de descanso como enfermo, aprovechó su estancia en el hospital para escribir varios artículos. Entre ellos, uno sobre qué se siente al ser atropellado. Esto me hizo inmediatamente preguntarme qué hubiera pasado si Churchill fuera nuestro coetáneo. ¿Hubiera conocido el mundo su accidente, sus experiencias y sus opiniones a través de su perfil de Twitter, su blog o, quien sabe, incluso su Facebook? Aunque anacrónica, la idea de un Churchill bloguero no me pareció tan descabellada.

La misma pregunta que me formulé se la planteé a Packwood quien me hizo saber que Churchill siempre abrazó las nuevas tecnologías, mantuvo un ferviente interés por el mundo del diseño y la innovación, y al final de su vida fundó el Churchill College para preparar a las futuras generaciones de científicos y tecnólogos. «Creo que serían sus secretarios y asistentes los que se encargarían de esas plataformas, mientras que él hubiera seguido dictando desde su butaca acompañado de un puro y un whiskey», imaginó Packwood.

Aunque Churchill no vivió la era digital, su bagaje ha sido digitalizado. Además del Churchill Archive Centre, actualmente se pueden encontrar online vastas compilaciones de documentos y referencias a este personaje histórico. A ellos se une ahora www.DiscoverChurchill.org, una web creada en colaboración entre Packwood y Michael Norwich con la intención de acercar la figura del estadista inglés a los más jóvenes y servir como herramienta a profesores y estudiantes.

Según me comentó Norwich, aunque la página ha sido inaugurada con motivo de la exposición, les gustaría que se convirtiese en una herramienta permanente. «Tengo dos hijos jóvenes y aunque aún no están interesados en Churchill, me gustaría que si un día ese interés naciese, que tengan donde poder aprender sobre él», explicó Norwich. Para él, el verdadero valor de este proyecto es que trata de mantener vigente la figura de Churchill y, entre todos sus rasgos, su liderazgo. «Personalmente me interesa cómo su liderazgo se podría aplicar hoy y cómo algunas de sus páginas podrían ayudar a los líderes actuales a ser mejores», añadió.

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