María Herreros y la humanidad de lo raruno

Esta entrevista apareció originalmente publicada en Fuck & Young

Maria-HerrerosMaría Herreros (Valencia, 1983) tiene una afición: buscarle el lado más bizarro y anectódico a todo lo que la rodea. En la formación creativa de esta joven artista han influido desde los cómics de Sissi Emperatriz que guardaba su madre, hasta los trabajos pre y post iPad de David Hockney. María y su habilidoso perro Chachito recibieron hace un par de semanas a Fuck & Young en su casa del barrio de Ruzafa. María acababa de regresar del mercado, donde había hecho la compra para poder tener algo que ofrecer a los visitantes que tiene en casa este fin de semana, quienes le han adelantado que quieren comer paella. (Entrevista editada y condensada para su publicación.)

 

¿Qué tal se te da cocinar paella?
Yo las paellas las he hecho de adolescente en la calle del pueblo en verano con los amigos, pero claro, a esa edad te comes lo que sea. Alguna vez hicimos cosas como volver a echar todo el arroz dentro de la paella después de que se nos volcase. El año que por primera vez pasé fuera de Valencia el 19 de marzo me dio por hacerla. Así que me puse e hice una puta mierda de paella.

Cuando hemos entrado lo primero que has hecho ha sido enseñarme tu casa.
Entre que no tengo secretos y que he limpiado porque tenía visitas, hoy la enseño toda orgullosa. No soy yo muy celosa. Claro que tengo mi vida privada, como todo el mundo, pero tiendo a contarlo todo. Mis amigas se ríen de mí porque hago chistes muy bastos y muy escatológicos. Soy mucho del “caca, culo, pedo, pis”. De hecho, la broma sobre mi último cómic, “Negro viuda, rojo puta”, es que sale una chica depilándose el pezón. A mí me encanta hablar de esas cosas, de que la depilación del pezón femenino existe. Me encantan esos temas que todo el mundo sabe, pero nadie se atreve a decir.

Hay pocos artistas que aborden temas que siguen siendo tabú en el arte como la menstruación.
Hay una fotógrafa, Petra Collins, que hace un trabajo fotográfico muy potente. Colabora con Tavi Gevinson, editora de la revista “Rookie”. Ella se hizo más masiva por una camiseta para American Apparel con una ilustración de una vagina en plena menstruación. Os gustará su trabajo. Además, tiene una cuenta de tumblr que se llama “girls and guns” con un contenido muy feminista y de “empowerment” de la mujer.

¿Te identificas con ese mensaje?
Me gusta mucho. En el territorio de la ilustración y el cómic ahora mismo hay una guerra abierta sobre si hay o no que hablar de género. Se han creado bandos y yo sí que me he juntado con la Asociación de Autoras de Cómic (AAC). Hay algunas autoras que han criticado que se haga una asociación así. Ellas defienden, y yo lo entiendo porque hasta hace poco pensaba así, que si queremos que se normalice el tema del género en el cómic, hay que dejar de hablar de ello. No hay que estar señalándolo todo el rato. Y yo estoy de acuerdo con esa teoría y me gustaría que fuera así. Cuando yo no había tenido ninguna experiencia machista en el mundo del cómic pensaba que era un coñazo y que había que dejar de hablar de ello. Pero luego sí que me pasó una experiencia un poco negativa con la editorial Norma y cambié de opinión.

¿Cuál fue esa experiencia?
La editorial me encargó la portada de un cómic colectivo que se titula “Enjambre”. Yo entendí que la idea de “Enjambre” es la de una sociedad organizada por una hembra, la idea de matriarcado. A mis compañeras del libro se les ocurrió la idea bastante guay de hacer algo estilo las pelis de serie B y cine underground de los 70, porque abordaban el tema feminista, una idea más potente que encaja bastante bien con mi estilo de dibujo, en plan cine trash. Laura Castelló me sugirió “La invasión de las chicas abeja” y acabé dibujando para la portada uno de sus fotogramas. En la imagen se podía ver a una de las chicas abeja, con las pupilas muy dilatadas, gritando y con las manos en la cara. Le encantó a todas las autoras, creo que porque parecía algo cañero y entendemos que los editores necesitan algo llamativo para que cojas el cómic y lo compres. Pero luego Susanna Martín, quien ha coordinado el cómic y se lo ha currado muchísimo, se reunió con Norma y la editorial dijo que la portada era muy agresiva. Si tienes en cuenta que Norma Editorial saca a superhéroes rasgándose la camiseta con uñas y dientes, pues un primer plano de una mujer con ojos de abeja y con las manitas en la cara gritando no es agresivo. Lo que querían decir es que era agresivo para ser de chicas. Eso fue un desengaño, ver que sí existen situaciones un poco machistas o por lo menos en las que sí se hacen distinciones entre géneros. Eso me hico ver que la AAC es muy práctica, una asociación en la que también hay hombres. La AAC es un grupo de autores y autoras interesados en que se fomente la labor de las autoras de cómic y promover el trabajo de autoras de otros tiempos en los que no había lugar para su reconocimiento. Hacemos una labor histórica, de archivo y de difusión del trabajo de autoras que han sido muy buenas y que no se han conocido. No es solo que pensemos que hoy en día todavía hay que pelear.

Pero aún así hay que hacerlo.
Yo pensaba de otra manera, pero a partir de experiencias como la de Norma le he visto la practicidad a la AAC. Es verdad que hay gente que puede verle los puntos negativos, pero en realidad es una asociación abierta, que trabaja con buena fe y buena voluntad, y en la que no se hace incidencia todo el rato en que somos autoras. Algo sobre lo que sí hablamos y por lo que trabajamos es para que si yo presento un cómic a la vez que un chico, de mi cómic no se hable del hecho de que sea de autora. Ya sé que parece un poco contradictorio, pero tenemos que defender que las mujeres tenemos nuestra propia visión de las cosas y que no es ni mejor ni peor.

¿En qué momento descubriste tu afición por el dibujo?
Yo soy un caso de esos súper molestos porque ha sido de siempre. En mi clase yo era la que dibujaba y todo el mundo me conocía por eso. Siempre ha sido mi mayor seña de identidad. De pequeña firmaba “Mariasso” que es una combinación de María y Picasso y le vendía los dibujos a mis padres.

Así que desde pronto tenías la idea de negocio muy clara.
Lo tenía muy visualizado. Además mis padres guardaban las obras y si yo las encontraba guardadas, las sacaba y se las volvía a vender.

¡Qué caradura!
Yo ya estaba pensando en “royalties”. Estaba pensando en el precio por copia [risas].

¿Cómo viviste la transición de comenzar a vivir de tu obra?
Fue todo hilado. Ya de adolescente dibujaba las cosas que quería. En el instituto tuve un profesor muy guay, Don Adolfo, que impartía Historia. Su mujer creo que había estudiado Bellas Artes y daba Cultura Clásica. Cuando llegó el momento de la orientación para la universidad, este matrimonio fue el que me explicó que no debía tener miedo de estudiar Bellas Artes, que se podía trabajar perfectamente, que estamos en el siglo XXI que es la edad de la comunicación y de la imagen y que se necesitan imágenes. Recuerdo la charla. Me dijeron “¿Ves este paquete? Lleva una ilustración. ¿Ves esto? Lleva un dibujo. Tú puedes dedicarte a esto, es un trabajo.” Me quedé más tranquila porque mis padres en casa nunca me han dicho nada, también porque veían que no había remedio, pero les daba miedo. Al final escogí Bellas Artes sin poner más opciones, aunque tenía prueba de acceso, y desde entonces no he parado.

Háblame de tu relación con el cómic.
Empecé haciendo cómic de adolescente y dibujaba las cosas para tenerlas. De jovencita hice muchos cómics, pero después me dediqué más a la imagen fija y la ilustración, así que lo tenía más abandonado y profesionalmente no había hecho ningún intento. Una vez en Edicions de Ponent vieron mi trabajo y me preguntaron si me atrevía a hacer un cómic para su colección y acepté con mucha ilusión. La verdad es que cuesta muchísimo adaptar la forma de expresarse al estilo narrativo, pero me encantan los retos y estoy disfrutando un montón.

Dibujas y escribes las historias.
No siempre. En el último libro que he sacado, “Cata de palabras”, he trabajado con un escritor, Jorge Herrero. Este libro ha sido un reto para ilustrarlo porque Jorge escribe textos muy guays. Él coge palabras chulas que suenan bien, pero cuyo significado es diferente a como suenan como “fiordo” o “chancleta”. Él lo que hace es una descripción imaginaria de lo que significa esa palabra, de su vida secreta o de su personalidad. Sus descripciones ya son tan visuales y tan ricas que yo no podía dibujar textual o literalmente lo que ya describía muy bien Jorge. Así que ha sido todo un reto. En cómics también he ilustrado textos de Elías Taño y ahora he adaptado unos textos de Hernán Migoya para un libro que va a salir y que se va a llamar “Todas putas”. Es un libro que él escribió hace tiempo y ahora hemos hecho la adaptación gráfica.

 

Empezaste pronto a crear cómics. ¿Eras además lectora?
Yo de pequeñita cogía de mi hermano los cómics de Mortadela y Filemón, El Rompetechos, Carpanta, todo el mundo Ibáñez. De mi madre encontraba cómics súper antiguos de Sissi Emperatriz que eran muy aleccionadores, pero a mí como niña me flipaban los dibujos de princesas, con los vestidos y los peinados. Luego ya de mayor o ahora me gusta mucho el cómic clásico tipo Paco Roca o Daniel Clowes, que es tradicional en las formas; pero me gusta también muchísimo el mundo fanzine y el cómic underground. Yo soy mucho del feísmo, el dibujo basto, el dibujo brut, el naïve. De eso consumo mucho.

¿Cómo pasas de Sissi Emperatriz a este otro rollo?
Creo que esos dibujos que yo miraba en esa época “princess” que tienen todas las niñas, esa estética la mantengo en algunos temas. A mí me encanta hacer retratos femeninos, pero sí que es verdad que todo eso me ha nutrido. Yo siempre estoy bailando en la cuerda entre lo bello y lo feo, lo estético y lo brut; y me gusta mantenerme en esa frontera rara entre lo agradable y lo desagradable.

¿Te resulta sencillo mantener ese equilibrio?
A mí me resultó fácil porque empecé a hacerlo de forma natural. Lo difícil fue quitarme la presión para hacer lo que a mí me nacía. Y lo que me nace es eso. Es difícil de explicar. Lo que es bello para mí es raruno o bizarro para los demás. Yo casi nunca tiro dibujos porque cuando dibujo algo ya lo he visualizado y sé que me va a gustar. Pero sí que los pocos dibujos que he tirado en mi vida ha sido porque hay demasiada belleza o porque hay una chica demasiado guapa. Nunca voy a desechar un trabajo porque el personaje esté feo. Al contrario, lo voy a encontrar más interesante. Tengo un cuadro en el salón que no he enseñado demasiado porque, para lo que yo dibujo, la chica está demasiado guapita. Si te fijas en los ojos, tiene uno en Cuenca y otro en Albacete, que eso a mí me encanta. Para convencerme, mi novio me decía que no me preocupase, que había salido súper bizca y eso para mí es un halago. No busco solamente el feísmo. También me interesa mucho la androginia. Me encanta coger una cara, sacarla de contexto y que no se sepa su género.

¿De dónde nace esa curiosidad por retratar?
Me encanta el tema de la humanidad, de la sociología y la empatía; cómo expresar algo con una cara. Pero claro, busco una vertiente menos explotada de esa vía, como la androginia o el feísmo. Uno de mis libros, “Fenómeno”, trata sobre los fenómenos humanos. Es un libro para el que me documenté mucho y por eso el libro está hecho con cero drama. En su momento, esos “fenómenos” de los freak shows eran como los futbolistas de hoy en día: eran estrellas. Había uno que se llamaba El Chico Cerdo que tenía hasta imitadores y se vanagloriaba al decir que el único que de verdad tenía la cara como un cerdo era él.

En ese sentido, tu trabajo navega a contracorriente de la mayoría de estímulos visuales que recibimos.
Exacto. De hecho llega un punto en el que pienso y me documento tanto sobre estas cosas que ya ni quiero ver la tele porque me indigno. Me indigno de que estemos rodeados de microsugestiones sobre cómo y qué tenemos que ser. A veces son tan pequeñas que no te das cuenta. A mí al gustarme tanto la humanidad más underground o alternativa, ahora el humano que nos quieren vender o imponer poco a poco me indigna.

Lo curioso que la misma gente que consume ese tipo de producto visual lleno de microsugestiones es la misma que luego corre a ver revistas en las que se le ve la celulitis a alguna famosa o un actor sale con ojeras hasta el suelo.
Eso es clave. Nadie quiere ver el punto intermedio. O las personas están mega feas o ultra guapas. Tú las ves mega guapas y te frustras; así que para sentirte mejor quieres verlas mega feas, pero nunca ver lo que es: que nadie es ni tan bello ni tan feo.

Has hecho todo tipo de proyectos. ¿Cómo seleccionas qué trabajos hacer?
La verdad es que me llegan trabajos muy chulos. Creo que lo guay de que venga a ti el cliente es que ya estáis en una situación de igualdad. Ha venido porque le interesa, lo que crea un ambiente más digno para tu trabajo. Me he dado cuenta de que lo importante es disfrutar de mi trabajo, dibujar mucho por gusto y tener muchos proyectos propios; que tu trabajo no se convierta siempre en la obligación y compartirlo con gente. Ser generosa en ese sentido. Estas Fallas, por ejemplo, hice un cartel para mis amigas. Un día estábamos juntas hablando de hombres… Estábamos hablando de penes, para ser sinceras, y se me ocurrió un chiste. Dibujé una mesa con unos churros y chocolate y escribí “Comiendo churros y hablando de porras”. Son cosas que haces por amor al arte, las haces porque te hacen risa, porque todavía disfrutas de tu trabajo y eso se nota.

Hablemos de Gallardón.
Ay, Gallardón…

Tu reacción a la ley del aborto de Gallardón corrió como la pólvora.MH gallardon
Lo de Gallardón fue muy curioso, una de esas cosas en las que tú no puedes fingir. No se puede decir “Buah, lo voy a petar en internet”. Lo hice porque me salió del alma y de hecho lo hice súper mal en el sentido profesional o de marketing. A ver, yo estaba en Jerez visitando a la familia de mi novio el día que se celebró el Consejo de Ministros que dio luz verde a la ley. Yo, que no estoy acostumbrada a los dolores de regla, ese día tenía un dolor de ovarios impresionante. Justo cuando leí la noticia estaba cagándome en todo del dolor. La indignación la sentía en mis ovarios. Que alguien me diga qué tengo que hacer con algo que es tan mío, con mis entrañas… ¿Tú te crees que alguna mujer puede tener la poca humanidad de estar concibiendo y abortando, concibiendo y abortando, como se oye en la tele? Vi una campaña de Estados Unidos que, para picar a los conservadores, decía: “Si el feto que quieres salvar es gay, ¿seguirías luchando por sus derechos?”. Yo creo que lo defienden más por el motivo de tener a la mujer atada. El caso es que escuché la noticia. A lo mejor si hubiera tenido a alguien alrededor para quejarme y hubiera pataleado un poco con una amiga no lo hubiera hecho. Pero como no tenía a nadie hice el dibujo. Era un dibujo muy chungo porque no tenía materiales. Usé unas témperas que son súper húmedas en un papel de escribir, así que acabó todo abombado. Encima escribí “Gallardón, son demasiados años con dolor de ovarios para que vengas a decirme qué hacer con ellos.” Le hice una foto y lo colgué en Instagram. A mí me gustan las cosas así, espontáneas y feístas, pero el trabajo no era en absoluto lo que yo considero un arte final. Estaba un poco chungo, pero tiene más likes que ningún dibujo que haya hecho. Me di cuenta de que la frase, la idea sí que era muy potente. Eso me hizo pensar en cómo hay que cuidar la narrativa, las palabras y las frases; la importancia que tienen en la ilustración.

¿Por qué consideras que hiciste mal branding?
Porque lo colgué en Instagram y ni me etiqueté, ni firmé, ni nada de nada. La gente se bajó la imagen, la difundió y claro, yo no me había ocupado de que eso fuera mío. La verdad es que me lo tomé como si fuera un regalo al mundo. Por eso digo que esas cosas no las puedes fingir. Por eso lo compartí ahí y ya está, sin pensar en nada relacionado con el trabajo.

Esto enlaza con la polémica sobre la protección de los derechos de autor del ilustrador en la era de internet. ¿Cómo veláis por vuestros derechos?
La ley nos ampara, lo que sucede es que hay gente que se la salta a la torera. Yo lo que hago es recordar amablemente a los infractores de su delito mediante una carta en la que uso muchas palabras legales y técnicas y en la que menciono la ley de Propiedad Intelectual. Según lo que me hayan hecho, copio y pego los párrafos en los que se explican los delitos en los que están incurriendo. Digo que soy ilustradora profesional, que conozco mis derechos y que ha incurrido en tal y tal delito y que prefiero solucionarlo pacíficamente antes que tomar acciones legales, lo cual es una amenaza en toda regla, pero lo estás diciendo con un colegueo tal que te puedes ir a tomar un café después.

La sensación que me da es que con empresas pequeñas aún se puede discutir, pero con las grandes, como Inditex o H&M, hay menos posibilidades.
Si alguna vez un ilustrador encuentra una de sus imágenes en un producto de otro lo primero que tiene que hacer es comprarla para tener una prueba porque en cuanto tú das la voz de alerta que te han hecho esta faena, lo que hacen es retirarla del mercado inmediatamente. Se supone que si Zara u otra tienda te hace algo así y hablas con ellos, te las verás con su equipo de abogados, que es como el del señor Burns, de estos que dan miedo. Al final tú te cagas, ellos ofrecen 2.000 o 3.000 euros y tú aceptas. Porque la alternativa es ponerte en plan Erin Brokovich y dedicarle ocho meses de tu vida a ese juicio. Ellos saben que no puedes dedicarle ese tiempo y dejar de ganar tu sueldo. A mí si algún día me pasa y puedo dedicarme a ello, viviré la experiencia Erin Brokovich y lo haré; pero creo que Inditex no busca para nada lo que yo hago, que buscan cosas más monas, más cucas.

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