Cecil Beaton, el fotógrafo de las mil caras

Este artículo apareció originalmente publicado en Eclecticismo Existencial el 29/04/2012

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En 1928 un apuesto joven inglés de 24 años pisó por primera vez la ciudad de Nueva York. Entonces, Cecil Beaton era un prometedor fotógrafo que había obtenido gran fama por sus retratos de las «socialités» del Londres de los años 20 y cuya carrera lo había llevado a colaborar con «Vanity Fair» y varias ediciones de «Vogue». En Nueva York la carrera de este ambicioso y polifacético artista encontró el impulso que necesitaba para catapultarlo al olimpo de la fotografía internacional.

Para recordar la figura de Beaton y compartir su legado, el Museo de la Ciudad de Nueva York organizó la muestra «Cecil Beaton: los años de Nueva York», en la que hacía un repaso de las instantáneas que Beaton tomó en Nueva York mientras se codeaba con sus ciudadanos más ilustres.

Entre las instantáneas expuestas en esta ocasión hay retratos de Andy Warhol, Marlon Brando, Salvador Dalí junto a Gala, Truman Capote, Mick Jagger, Marilyn Monroe, y Greta Garbo, con la que Beaton mantuvo una relación amorosa a finales de los 40.

En el transcurrir de la exhibición se podía ver cómo Beaton fue prestando menos atención a los retratos, en los que siempre consiguió equilibrar la sensación de intimidad con los decorados más innovadores; para centrarse en la que fuera su gran fuente de reconocimiento: el diseño de vestuario y la escenografía. Una fotografía especialmente significativa es aquella en la que vemos a Audrey Hepburn ataviada con uno de los trajes que Beaton diseñó para la película «My Fair Lady». El traje, con formas geométricas en blanco y negro, se disuelve con el tapiz de cuadros concéntricos frente al que Hepburn es inmortalizada. Beaton obtuvo dos Oscars por el vestuario y los decorados del filme en el que Hepburn encarna a la joven vendedora de flores que acaba transformada en dama de la alta sociedad inglesa. Los dos premios se sumaron al Oscar que había recibido 8 años antes por el vestuario de «Gigi».

Para dar una imagen más fiel del talento de Beaton la muestra incluía dibujos, imágenes de sus escenografías para varias obras de teatro, memorabilia y una gran variedad de autorretratos.

«Cecil Beaton y sus fotografías fueron criticadas por su conexión excesivamente cercana con la sociedad, la moda y las celebridades. Hoy, sin embargo, Beaton parece clarividente en un mundo donde artistas como Koons o Murakami trabajan simultáneamente en el arte y el comercio», explicó Donald Albrecht, comisario de la exposición.

Y es que Beaton era un fotógrafo complaciente en el cuerpo de un crítico incisivo. Aunque con sus retratos trataba de alimentar el ego de sus modelos, buscando los ángulos más favorecedores y ocultando hasta la más mínima imperfección; en sus diarios compartió las verdaderas impresiones que estos le causaban. Beaton blandió su afilada pluma incluso contra aquellos que le daban de comer, como sus jefes en diversas publicaciones, Isabel II o la Reina Madre. Todos le perdonaban sus excesos siempre que siguiera poniendo a su disposición su magnífico talento, algo que hizo con dedicación hasta su fallecimiento en 1980.

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