Este reportaje apareció originalmente publicado en ABC el 29/11/2011
En algunas zonas de Nueva York, los más menesterosos se ven obligados a abandonar el lugar donde viven por la llegada de gente acomodada
Nueva York ha desarrollado una fijación con la palabra «gentrificación». No hay semana que no aparezca en algún artículo del «New York Times», surge en las conversaciones en bares y cafés, y está presente en múltiples investigaciones académicas. Además de estar en boca de todos, el término resuena en cada esquina de la ciudad. Salvo contadas excepciones, como el Upper East Side y las zonas del centro de la isla de Manhattan, son pocos los barrios que no han experimentado este fenómeno.
Pero ¿qué es la «gentrificación»?
Gentrificación es el nombre con el que se describe la llegada de personas de clase media-alta a zonas donde tradicionalmente residían las rentas más bajas. Con las rentas altas llegan también comercios dirigidos a ese nuevo público con productos inasequibles para los antiguos vecinos, como cafeterías que preparan bebidas a precios desorbitados, supermercados donde los precios se triplican porque sus pasillos están mejor decorados o estudios de yoga. La consecuencia directa es la subida de los precios de los alquileres, lo que acaba desplazando a parte de los residentes históricos del barrio, convirtiéndolos en exiliados urbanos.
El término fue acuñado en la década de los sesenta por la socióloga inglesa Ruth Glass, inspirada por los movimientos de población en los barrios obreros de Londres. La palabra deriva del término «gentry», con el que en inglés se refieren a la alta burguesía.
Uno de los primeros ejemplos de «gentrificación» en este país ocurrió precisamente en Nueva York. Fue en las décadas de los 70 y 80 cuando el Soho pasó de ser un área industrial, en la que artistas atraídos por los bajos alquileres y los grandes espacios ocuparon edificios no residenciales, a convertirse en un imán para gente acomodada y grandes marcas internacionales que buscaban empaparse de la modernidad que la zona destilaba.
Por ello en Estados Unidos la «gentrificación» se conoce también como el «efecto Soho» y se ha aplicado a ciudades como Chicago y San Francisco. Sin embargo, ha sido en los últimos años cuando Nueva York se ha convertido en un epítome del fenómeno, con los ecos de la «gentrificación» reverberando en cada uno de los denominados «barrios emergentes», aquellos donde hordas de jóvenes quieren vivir y donde las empresas quieren instalarse.
Aunque no todos se resignan. Fue famoso, por ejemplo, el caso de Gabriel McQueen, quien, tras verse obligado a mudarse de su barrio de Bedford Stuyvesant, lanzó una cruzada para devolver Brooklin a los pobres a través de la promoción de viviendas asequibles para las rentas más bajas.
Williamsburg o Bedford Stuyvesant, en Brooklyn, son dos de los barrios que están en plena explosión gentrificadora, lo que ha hecho que los «colonos» sean un motivo de mofa y caricatura, y se vean vilipendiados por importar unos estándares de vida que incluyen vino caro y ropa de boutique en abierto contraste con las costumbres de los locales.