Artículo publicado originalmente en Eclecticismo Existencial el 08/06/2012
Cuando en 2006 Tom Cruise bromeó sobre comerse la placenta de su hija Suri muchos se escandalizaron y achacaron el desvarío a la Cienciología. Aunque Cruise no practicó la placentofagia, otros americanos, sobre todo mujeres, lo están incorporando a sus vidas como una forma natural de recuperar energías y nutrientes tras dar a luz.
Comer la placenta tras un nacimiento, un acto que algunos tildan de barbárico, otros asocian con el canibalismo y que nada tiene que ver con la Cienciología, es algo frecuente entre mamíferos y ha formado parte de la medicina tradicional china durante siglos. Pero la forma en la que los vecinos de Nueva York ingieren la placenta queda muy lejos de la del reino animal.
Aunque algunos usan la placenta para preparar estofados, chocolate o incluso batidos, la mayoría de las mujeres que dan el paso están optando por la encapsulación de la placenta, una técnica más aséptica que permite ingerir la placenta como un suplemento vitamínico.
Una de las personas que ofrece este servicio es Jen Mayer, una joven masajista y matrona de Brooklyn que sigue un método muy específico para preparar la placenta. Comienza con el drenaje de la sangre, seguido por 30 minutos de cocción al vapor con jalapeño, limón y jengibre. Después la filetea y la deja secar en una máquina deshidratadora entre 12 y 20 horas. Una vez secos, los pedazos pasan por la trituradora para quedar convertidos en el polvo que introducirá en las cápsulas, cuya cantidad varía según el tamaño de la placenta.
Jen, cuya empresa se llama Booklyn Placenta Services, trabaja con una media de 8 clientas al mes y cobra entre 250 y 280 dólares por cada preparación. Para ello Jen se encarga de trasladarse al hogar de los padres con todo su instrumental e incluso de ayudarlos a gestionar la salida de la placenta del hospital, ya que hay muchos centros que no quieren entregarla porque la consideran un biorriesgo.
«Yo la comí en forma de píldora para poder olvidar lo que era», explicó en un programa de televisión Tara Lindis-Corbell, una de las clientas de Jen. En el mismo programa Sanjay Gupta, uno de los doctores más célebres de Estados Unidos, habló sobre los efectos que en teoría tiene la ingesta de placenta. Gupta mencionó que es una fuente de nutrientes y hormonas, buena para evitar la depresión post parto y para que la pared del útero recupere su tersura. Pero lo hizo aclarando que aún no hay nada demostrado.
Una de las personas dedicadas a compartir los beneficios de la placentofagia, tanto los testimoniales, como los que empiezan a surgir de la investigación, es Jodi Selander. Selander creó la técnica de la encapsulación de placenta en 2005 y desde entonces trabaja en la empresa Placenta Benefits. Actualmente esta psicóloga forma parte del equipo de trabajo de la Universidad de Nevada que está realizando diversos estudios para validar el consumo de placenta, aunque sus progresos llegan lentamente. «A finales de año tendremos los resultados de nuestra actual investigación», me comentó Selander por correo.
Precisamente por esa falta de pruebas, webs como la de Jen tienen que advertir que su trabajo no tiene relación con un tratamiento médico, que sus clientes son los plenos responsables de su salud y que la información en su página no ha sido evaluada por la Administración de Alimentos y Medicamentos de EE.UU. (FDA).