Este artículo apareció originalmente publicado en Fuck & Young el 30 de marzo de 2015.
A través de cuentas especializadas y proyectos colaborativos, la red social Instagram se está convirtiendo en una plataforma única para promover y promocionar a artistas e iniciativas creativas
A finales de 2014 unos provocadores dibujos corrieron como la pólvora a través de diversas redes sociales. Eran las obras de Luis Quiles, un ilustrador barcelonés que había plasmado en una serie de perturbadoras imágenes su mirada crítica sobre varios fenómenos actuales, entre ellos el uso de las nuevas tecnología y las redes sociales. Los dibujos, con nombres como “The iPhonekkake”, alcanzaron la viralidad rápidamente.
El papel que jugaron las redes sociales con el trabajo de Quiles —aunque en este caso sea bastante paradójico y algo masoquista— no es atípico. Son muchos los artistas que hoy alcanzan popularidad y reconocimiento gracias a que su trabajo conecta con los usuarios de alguna red social y que ellos, ansiosos por compartir contenido novedoso e interesante, lo diseminan a través de sus diversas cuentas.
Entre las diferentes redes sociales, hay una, Instagram, que está haciendo una especial labor de divulgación artística gracias a su esencia visual, ya que su plataforma se basa en los vídeos e imágenes —actualmente más de 70 millones compartidos cada día— tomados, editados y subidos por sus cerca de 300 millones de usuarios.
“Instagram es el hogar para la creatividad en todas sus formas”, señaló en un reciente comunicado Kevin Systrom, director ejecutivo de la mencionada red social. Según Systrom, a su equipo le emociona poder “ser testigo de las increíbles conexiones generadas entre personas a través de sus pasiones compartidas”.
En gran medida, Instagram es el caldo de cultivo ideal para aficiones que otrora podrían ser consideradas nicho, residuales y casi marginales. Si te gusta el ramen, las corbatas y las pajaritas, el yoga, la horticultura o la ornitología, en esta red puedes encontrar decenas de cuentas o seguir varios hashtags con las que alimentar tu hobby.
De entre todas ellas, el arte y la creatividad es la afición que la red parece querer alimentar con más ahínco. Para dejar que pase la luz a través de la maleza de selfies, fotos de gatos, abdominales contraídos y culos protuberantes, Instagram se vale de su blog, donde muchos de sus posts giran en torno a las cuentas de artistas como la fotógrafa Julia Xanthos, la artista botánica Bridget Beth Collins o la fiber artist Natalie Miller.
Sin embargo, el éxito de Instagram como vehículo de promoción del arte y la cultura visual no depende tanto de la plataforma en sí como herramienta, sino de sus usuarios como entes creativos y/o ávidos de creatividad.
Por tanto, los que de verdad cargan con ese peso divulgador son los artistas —tanto consolidados, como emergentes— que utilizan la red para difundir su trabajo; los comisarios que filtran, seleccionan y destacan; las galerías que promueven las creaciones de sus artistas, y por último, pero no menos importante, los usuarios, que utilizan la red para su propia expresión creativa, para apreciar el trabajo de aquellos creadores que admiran y para desarrollar su gusto estético.
Desde la perspectiva del artista, las posibilidades de uso de Instagram son ilimitadas. Muchos recurren a esta red para dar a conocer su obra, buscar nuevas inspiraciones y referentes, y para dialogar con sus seguidores y ofrecerles una mirilla con la que poder observar su proceso creativo.
Arte y disidencia
Un interesante ejemplo de artista que maximiza las posibilidades de Instagram es Ai Weiwei. El afamado artista y disidente chino —conocido por su defensa de la democracia y los derechos humanos— se vale de Instagram y Twitter para continuar su activismo político y artístico, y desarrollar proyectos colaborativos con voluntarios repartidos por todo el mundo.
Entre sus últimas iniciativas están #FlowersForFreedom, que nació como una denuncia personal a su falta de libertad para viajar, ya que desde 2011 el gobierno chino tiene confiscado su pasaporte; y #LegGun, una demanda contra el uso excesivo del poder y las armas para luchar contra el terrorismo. En ambos casos, la emulación de sus gestos y propuestas por parte de usuarios solidarios con su causa hace de altavoz a su mensaje y hacen a Ai presente dentro y fuera de un país cuyos poderes se esfuerzan por anularlo.
La experiencia de Ai es solo una de las muchas posibles. Para los artistas y creadores culturales menos polémicos y afamados también hay vías de sacar provecho a Instagram. “Instagram es una agenda visual potentísima”, señala el artista visual Miguel Benjumea, quien añade que esta red social “permite a los artistas ser descubiertos incluso sin tener una máquina de marketing detrás”.
En efecto, Benjumea utiliza Instagram para descubrir y ser descubierto; y como vía para seguir a artistas más o menos anónimos y geográficamente lejanos. Pero, ante todo, la utiliza para desarrollar proyectos, como su actual investigación sobre la ciudad y los movimientos dirigidos por el urbanismo y el diseño del territorio. “Es una realidad que mi iPhone, en contraposición de la réflex, me permite inmediatez absoluta y, parafraseando a Cartier-Bresson, ‘captar el instante decisivo’ y socializarlo en segundos sin necesidad de circuitos que quitan frescura y espontaneidad al acto artístico”.
Efecto multiplicador
Sin embargo, que algunos artistas hayan asumido esa labor de auto divulgación no significa que las galerías de arte hayan dejado de lado esa labor. De hecho, para las galerías emergentes o con propuestas novedosas, el uso de redes sociales es un medio inigualable para contactar con potenciales clientes y formar a nuevos coleccionistas.
“Las redes sociales son el vehículo esencial para llegar a nuevos coleccionistas, a gente interesada en el arte joven, en la ilustración y el arte urbano”, explica Mario Suárez, comisario y cofundador de Gunter Gallery.
Para Suárez, también periodista especializado en lifestyle y arte, que los artistas tomen parte en el proceso de promoción de su trabajo genera un “efecto multiplicador” que, sumado a la interactividad y la cercanía propias de Instagram, se acaban traduciendo en tráfico y ventas. “Las redes sociales de algunos de nuestros artistas como Ricardo Cavolo o Paula Bonet son muy potentes, nos trasladan tráfico y eso se transforma en conocimiento de nuestra galería, en nuevos seguidores y también en nuevas ventas”, concluye Suárez.
Gracias a su esencia social, en Instagram también se están ensayando nuevos y transgresores modelos de comisariado. Uno de ellos fue el ya concluido proyecto de Ascensión Amaro. Esta hipotética ex galerista y ex comisaria recurrió a esta app durante doce meses —los que separaron ARCO 2013 de ARCO 2014— para dedicar un monográfico de una semana a artistas con propuestas “arriesgadas, comprometidas y siempre imprescindibles” y seleccionados de forma “absolutamente personal”.
“Nos apetecía analizar las posibilidades de las redes sociales como instrumento de comunicación, conocimiento y difusión del arte contemporáneo y al mismo tiempo como plataforma de creación en sí misma”, explica el equipo de Ascensión Amaro, que en realidad no es una persona, sino un colectivo unido por su interés común por el arte contemporáneo y que se conoció a través de Instagram.
Tras evaluar diferentes formas de agradecerle a Instagram el haberles permitido conocerse, este grupo decidió crear la figura ficticia de Amaro, una mujer con un discurso de ex comisaria que les sirvió para “centrar la atención en los artistas y en sus obras” y para “hablar de un modelo de galerismo que en buena medida debe adaptarse a las nuevas herramientas de comunicación como el teléfono y las redes sociales”.
Otras iniciativas interesantes son las de Watts, una cuenta que comisaria y comparte con sus más de 126.000 seguidores las creaciones de artistas sugeridos por sus seguidores; o Best Art on Instagram (@Baigart), un perfil con cerca de 10.600 seguidores cuyo modus operandi consiste en compartir tres obras seguidas de un artista emergente o aficionado, con lo que permite al artista acceder a un canal único de difusión y al usuario crearse un mapa mental de su estilo e idiosincrasia.
“Creo que ahí fuera hay gente con un talento increíble y que se merecen ser reconocidos por el trabajo que hacen. La mayoría de los artistas que yo muestro no son profesionales y, a pesar de ello, algunos tienen tanto talento (o incluso más) que aquellos que vemos en las grandes exposiciones”, explica Jaime Urencio, el mexicano afincado en Londres que gestiona esta cuenta.
Otra de las observaciones de Urencio es que Instagram está nutriendo el gusto de los artistas por los proyectos colaborativos, desarrollados por creadores que se unen a pesar de estar radicados en localizaciones remotas entre sí. “La tecnología actual permite a la gente en diferentes partes del mundo conectarse, compartir ideas y producir una obra de arte como un equipo”, señala Urencio.
Entre esos proyectos colaborativos incubados en Instagram está #TwoPagesProject, una iniciativa que pone en común a aristas y diseñadores gráficos de todo el globo y les hace dueños de dos páginas de una libreta, donde podrán plasmar su creatividad como mejor les parezca. Una vez completado, la libreta viaja hasta el próximo artista quien se encarga de repetir el proceso hasta agotar las páginas.
Una galería efímera
Por último, no podemos olvidar al usuario amante del arte, aquel para el que su “feed” de Instagram es un museo auto-comisariado y adaptado a sus gustos; un espacio de exposiciones efímero y cambiante accesible únicamente a través de su móvil o tablet.
Como aficionada al arte, fui testigo de la gestación de esa galería 2.0 en mi propia cuenta de Instagram. Aunque comencé a usar la aplicación de manera convencional —siguiendo los perfiles de amigos y conocidos que la red te recomienda gracias a su integración con Facebook—, pronto fui dejando que otros intereses permeasen mi lista de “seguidos”. Entonces empecé a seguir los perfiles de artistas cuyo trabajo admiraba y a través de ellos, llegué a otros que a su vez me descubrieron talentos hasta ese momento desconocidos para mí.
Ahora, abrir la aplicación de Instagram en el móvil es sinónimo de exponerme al arte de creadores procedentes de todas las esquinas del planeta y que desarrollan su trabajo en multitud de disciplinas. Entre los que conforman mi galería móvil están el hombre invisible Liu Bolin, las ilustradoras y dibujantes María Herreros y Carla Fuentes; Pino Sanaro y Ave Maria con sus collages; Olek y sus intervenciones en crochet, los lienzos de Yolanda Dorda; las acuarelas de Yao Cheng; el arte urbano de Are You Dead? y Cranio; y las fotografías de Petra Collins y JR.
“Las plataformas sociales como Instagram están cambiando la forma en que vemos arte […]. Y creo que esta es solo la primera etapa de la revolución del arte online”, comentan desde Baigart. Esa revolución que se está incubando será imparable, principalmente porque hoy es el mundo online el que marca la agenda, crea tendencia y forma el gusto de los consumidores actuales y futuros.
Como hemos leído, algunos miembros del “establishment” del mundo del arte ya se han dado cuenta de que para mantenerse a flote han de abrazar el cambio y abrirse a las posibilidades de aplicaciones como Instagram que, con su ethos basado en la comunidad y la creatividad, están logrando que el arte sea más accesible para unos usuarios cuyas opiniones e interacciones ahora son apreciadas y, sobre todo, rentables.